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Recientemente he cerrado mi ciclo como directora en la Fundación Novia Salcedo (NSF) a la que he dedicado toda mi vida profesional de casi 40 años. Fundada en 1980, NSF es una entidad privada vasca sin ánimo de lucro orientada a ayudar a las personas jóvenes en el gran salto, desde la formación universitaria y de FP hacia los primeros trabajos, mejorando su empleabilidad, ayudándoles a progresar, desarrollarse y contribuir con ello a la transformación de empresas y organizaciones.
NSF ha estado presente en la UE y en Naciones Unidas con programas de impulso y desarrollo de los sistemas de orientación, emprendimiento o movilidad internacional; ha liderado una Red Europea para el fomento de una cultura de responsabilidad social entre las administraciones públicas locales, y ha generado múltiples encuentros y espacios de debate y reflexión para el impulso y difusión de buenas prácticas en el ámbito del empleo juvenil. Recientemente ha participado en una experiencia piloto para probar su modelo de empleabilidad en la Comunidad Valenciana, Extremadura y País Vasco, con el auspicio del Ministerio de Trabajo.
La experiencia vivida me permite reflexionar sobre las relaciones entre las personas jóvenes y el mundo del trabajo; sobre sus percepciones, deseos y decisiones en relación con su futuro profesional y que sirva para buscar respuestas, acciones posibles de las empresas y de la sociedad ante un mundo en evolución, marcado por cambios demográficos, medioambientales y geopolíticos, y en el que el colectivo juvenil se enfrenta a nuevos retos generados por la digitalización y la IA.
Mi dilatada experiencia me reafirma en la necesidad de buscar palancas accionables, cambios posibles en la gestión de las organizaciones, para incrementar su atractivo ante los cambios en las prioridades de las chicas y los chicos de hoy, con ideas claras de lo que no quieren: trabajos “esclavos”, con largas jornadas laborales, entornos muy jerarquizados y tareas repetitivas, estresantes o poco interesantes.
Hoy buscan trabajos “amigables”, relacionados o compatibles con sus actividades de ocio y en actividades empresariales que puedan replicar de algún modo estas características: buen ambiente de relación personal, tareas interesantes, retadoras, innovadoras y flexibilidad en las condiciones. Requisitos que no pueden ser soslayados por una expectativa de ingresos elevados.
Unas expectativas que, años atrás, habrían sido tachadas como “ingenuas”, fuera de la realidad, pero que ahora pueden ser percibidas como viables, a la vista de las posibilidades que hoy ofrece el mundo globalizado y digitalizado. Un mundo más “fluido”, donde se redefinen conceptos como el trabajo, la vivienda, la formación, las relaciones personales y la maternidad/paternidad. Donde los ciclos vitales se modifican y acortan: ya no hay un único período de estudio tras el que se trabaja (a menudo en la misma empresa) para posteriormente acceder a la jubilación sino que diferentes etapas de estudio conviven con distintos trabajos y donde la jubilación no es necesariamente una etapa de inactividad.
Para las empresas y organizaciones este cambio supone un reto importante. Los síntomas son preocupantes: “cada vez se presentan menos candidatos y lo que llegan son muy exigentes; antes hacíamos nosotros la selección entre varios y ahora tenemos que convencerles de que somos una opción interesante”.
Aunque a menudo se implementan cambios fruto de esta preocupación (mayor flexibilidad de jornada, posibilidad de teletrabajo o mejoras en la retribución), estos no siempre consiguen el objetivo de la estabilidad.
Esta situación ha sido analizada por diferentes estudios que han llegado a la conclusión de que la confianza y la vinculación emocional de las personas con su trabajo están altamente relacionadas con la transparencia y la calidad de la comunicación, la coherencia entre valores proclamados y practicados y la percepción de equilibrio en el reparto de los beneficios generados por la actividad. Y también -en el caso de cooperativas y sociedades laborales- por el acceso a la propiedad, aunque este rasgo no es valorado positivamente por sí mismo, si no se cumplen el resto de elementos mencionados.
En resumen, el valor de pertenencia está en un proyecto atractivo, una cultura organizacional transparente, igualitaria, percibida de modo positivo en los detalles, capaz de generar entusiasmo por la tarea a realizar. Un proyecto creíble, en el que los comportamientos cotidianos sean coherentes con las intenciones declaradas.
No obstante, el reto que se nos plantea supera el ámbito de actuación de las empresas. El sistema educativo necesita también reflexionar sobre esta situación, más aun ahora cuando la IA supone un reto de adaptación profesional. Una reflexión necesaria sobre las titulaciones, los contenidos y también sobre las relaciones con la empresa.
En muchos casos, chicos y chicas finalizan sus estudios sin haber mantenido contacto con la realidad del trabajo, sin haber estado en contacto con profesionales del sector que les puedan proporcionar una idea más clara de posibles opciones o de la realidad del sector en el que están interesados.
Una mayor relación entre los mundos educativo y empresarial parece necesaria por el hecho de que la elección del trabajo futuro se construye a través de múltiples interacciones desde la infancia en el entorno familiar, educativo y social. A menudo las referencias familiares, de profesores concretos o de otras personas actúan como estímulos que abren o cierran caminos. Pero habitualmente son estímulos que surgen de la voluntad individual, no de un planteamiento sistemático para crear referencias y poner en valor las capacidades personales. Muchos chicos y especialmente chicas que, pudiendo llegar a ser excelentes profesionales, renuncian a recorrer el camino requerido por desconocimiento, opiniones recibidas, estereotipos o autolimitaciones.
Ya se están dando pasos, pero es necesario ampliar y extender la toma de conciencia y la acción. La inercia de “hacer lo que venimos haciendo” sigue siendo importante.
Quienes actúan lo hacen principalmente por sus condicionantes particulares: empresas para las que adaptarse y "venderse" ante los jóvenes cualificados es factor de supervivencia y centros educativos que buscan diferenciarse a través de una mayor cercanía al entorno empresarial/profesional para responder a las demandas de los jóvenes actuales.
La experiencia de trabajo de nuestra Fundación pone de manifiesto la importancia de reforzar las relaciones entre el ámbito educativo y el empresarial, con el marco de una cultura de excelencia en la gestión, para incorporar a las generaciones venideras a la transformación de las organizaciones.
Hagamos de ello una estrategia colectiva, en cualquiera de los espacios en los que estemos actuando, sobre la base de la transparencia, la confianza y la cooperación para abordar el reto de la incorporación profesional de nuestros jóvenes.
Begoña Etxebarria
Directora general Fundacion Novia Salcedo 1987-2024 y colaboradora de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa
Con la colaboración de Germán Gómez, sociólogo y consultor
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DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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