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Hace un año que nos dejó José María Setién, obispo emérito de San Sebastián, concretamente el 10 de julio de 2018. Buena ocasión esta para recordar y hacer presente su legado, a la Iglesia y a la sociedad. Lo suyo fue evangelizar y humanizar.
Cuando accedió a ser obispo, eligió el siguiente lema episcopal: “Ez naiz lotsatzen Berri Onaz” “No me avergüenzo del Evangelio” (Rom 1,16) Efectivamente, lo suyo fue, hasta el final, ser testigo del Evangelio, es decir, la Buena Noticia que supone, para la persona y para el mundo, la vida, muerte y resurrección de Jesús, mesías de Dios.
José María Setién fue, ante todo, un cristiano que conoció, amó y siguió a Jesucristo en la fe que humaniza y evangeliza. Y todo ello, en el contexto de una cultura antropocéntrica, secular y plural. Como otros colegas suyos (José María Arizmendiarrieta, Ricardo Alberdi, Rafael Belda, Carlos Abaitua), supo captar el sentido positivo de lo ”antropocéntrico”, que, poniendo al “hombre” (ser humano) como centro de toda realidad, permite situar la experiencia de Dios desde la centralidad de la persona. También supo ver las posibilidades que ofrece la secularidad, para hacernos cargo de las cuestiones de nuestro tiempo, descubriendo en ellas la presencia de un Dios que, en Jesús, ha bajado “del cielo a la tierra”. Finalmente, supo advertir que, al no vivir ya en una sociedad monocolor, sino abierta a una pluralidad de planteamientos políticos, éticos y espirituales, el gran reto que tenemos los humanos es el de la convivencia, es decir, el de saber vivir juntos siendo diferentes.
Recogiendo el mensaje de la exhortación del papa Pablo VI “Evangelii nuntiandi: La evangelización del mundo contemporáneo” (1975), Setién supo discernir las posibles relaciones entre humanizar y evangelizar. Defendió el verdadero sentido de la evangelización: “anuncio de una Palabra eficaz, que lleva consigo una dinámica de transformación de todas las realidades humanas, y particularmente las formas de relación interpersonales a fin de instaurar una convivencia basada en la solidaridad y el amor”. Pero advirtió del peligro de “anunciar un Evangelio limitado a las meras dimensiones temporales de la liberación y promoción humanas”. Desde esta perspectiva, Setién supo relacionar “ética y fe”, destacando que la ética ha de ser el punto de encuentro de creyentes y agnósticos, de cristianos y no cristianos, en todas las cuestiones que afectan a la persona en sus relaciones sociales, económicas y políticas.
Desde esta visión, tuvo que afrontar los retos de una sociedad vasca, y más concretamente guipuzcoana, marcada por el conflicto político y la violencia. Sus numerosas cartas pastorales, escritas en cada Adviento, desde 1984 hasta 1998, así lo acreditan. A este respecto, conviene destacar sus libros:”Al servicio de la paz en la justicia” (1985); “La paz es posible” (1992); “De la Ética y el Nacionalismo” (2003); “Unidad de España y juicio ético” (2004); “Un obispo vasco ante ETA” (2007). En este último escribió: “La existencia de ETA es perjudicial para el País Vasco. De ella hay que decir que es un mal que debe desaparecer, incluso para buscar la justa solución al llamado ‘conflicto vasco’”
Otra dimensión, en orden a la humanización de las personas y de la sociedad, fue la educativa. Desde el año 1984 hasta el año 1999, al comienzo de cada curso escolar, escribió cartas pastorales sobre temas relativos a la educación en el ámbito de la familia, el centro escolar y la misma Iglesia.
También aportó su reflexión ética ante los conflictos socio-económicos, como los que generó la reconversión industrial (1984) y la globalización (2000). De cara a la relación entre “economía y persona humana” cabe destacar su conferencia: “Actualidad del legado espiritual de D. José María Arizmendiarrieta” (1988).
A la hora de comprender las posibles relaciones entre política, ética y religión, en una sociedad secular y plural, conviene tener presente su libro “Laicidad del Estado e Iglesia” (2007). En ella aborda cuestiones aún candentes: Estado y laicidad, laicidad y derechos humanos, ética civil y ética religiosa en la laicidad, límites de la libertad religiosa, laicidad y derechos de la Iglesia, ser cristiano en la laicidad.
Setién entendió que la evangelización y la humanización, en la actual sociedad, tienen un ámbito privilegiado de actuación: la ética que defiende la dignidad de la persona humana. En este aspecto fue un testigo y un maestro, al considerar que la persona está por encima y por debajo de todo: la economía, la política, la religión, la doctrina social de la iglesia, y la misma evangelización.
Sólo desde esta perspectiva, cabe entender la mayoría de sus escritos y planteamientos prácticos. A modo ilustrativo, destacamos, su conferencia “La libertad y a la rehabilitación personal del drogodependiente (1987), que le llevaron a introducir el “Proyecto Hombre” en España; y su Carta pastoral “El preso, una persona humana” (1990), que le generó más de un disgusto.
No cabe duda que su lema “No me avergüenzo del evangelio” fue acompañado en la práctica de este otro: “No me canso de humanizar”. El legado de Setién ayuda a comprender que la misión de la Iglesia y del cristiano está configurada por ambas finalidades: humanizar y evangelizar, que hoy habrá que diferenciar más que en otras épocas. Sin olvidar que la fe es creíble si humaniza.
Categorías: Noticias de la causa.
DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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