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El mundo no será el mismo tras esta crisis mundial. Lo mismo se dijo tras la crisis de 2007. Entre multitud de escenarios de futuro, una de las instituciones de consultoría y estrategia más reconocidas, McKinsey, acaba de publicar en abril uno titulado “El futuro no será lo que solía ser”.
Una idea que destacan es el nuevo reto que supone mejorar simultáneamente eficiencia y resiliencia, es decir, resistencia ante crisis externas. Va a cambiar la movilidad, tanto la asociada al comercio globalizado, como la del turismo, y las pautas de consumo. La producción en base a cadenas globales de suministro, o las prácticas de aprovisionamiento “just on time”, tendrán que reconsiderarse. Las empresas deberán reequilibrar sus prioridades. Así, planificar la resiliencia resultará tan importante en sus estrategias como las mejoras de costes y de eficiencia. Generalizando también la responsabilidad de la empresa por lo que se llamaban “externalidades” fuera de su ámbito, es decir, efectos producidos sobre el medio ambiente, sobre las relaciones familiares de sus empleados y empleadas, o sobre la creación de conocimiento y tecnología en el conjunto de su sociedad cercana.
McKinsey espera un aumento de la exigencia de responsabilidad social de la empresa, es decir de su contribución no solo al valor para los accionistas, sino también su aportación a las personas con las que se relaciona, sobre todo sus trabajadores, y en tercer lugar su contribución al sufrido medio ambiente, la triple P - profit, people & planet.
Es muy significativa su forma de explicar el porqué de esta mayor exigencia. Estos consultores reconocen que hay una tendencia en marcha hacia la idea de que las empresas no pueden tener como objetivo único la generación de valor para los accionistas, pero en su opinión la exigencia de un avance sustancial en su aportación al resto de grupos de interés vendrá de demandas sociales derivadas de las enormes ayudas públicas a las empresas para superar la crisis.
La lógica, desde esta mirada “capitalista ortodoxa”, es que la crisis actual está implicando un papel diferente por parte de las administraciones públicas, con un nivel de implicación en la actividad empresarial, vía ayudas de todo tipo, muy importante, convirtiéndose los Gobiernos “en avalista, prestamista y asegurador de último recurso”. Y como los presupuestos públicos los aportan los contribuyentes, habrá una demanda social de que los fondos invertidos deban obtener un beneficio para el conjunto de la sociedad. Y la forma de asegurarlo es regular esas exigencias adicionales de responsabilidad social de las empresas.
Es una lógica impecable. Si la sociedad aporta fondos públicos a las empresas, es para salvar actividad y puestos de trabajo, pero esos fondos deben servir también para que las empresas garanticen unos criterios de funcionamiento con una mayor aportación a la sociedad, y por ello más sostenibles, más resistentes a largo plazo.
Desde otra visión, la de cooperación de Arizmendiarrieta, el fundador del Grupo MONDRAGON, la búsqueda de nuevos referentes y nuevas exigencias para el funcionamiento de las empresas parte, más que de la necesidad de cumplir la ley, del convencimiento de que cohesión social y eficiencia van de la mano, de modo que se pueden, y deben, mejorar ambas a la vez. Teniendo en cuenta además que debe ser un convencimiento compartido por la propiedad, la dirección, y los trabajadores. La colaboración y la cooperación entre estos tres ámbitos es imprescindible. Recuerdo palabras de Arizmendiarrieta: “No basta que los patrones hagan buenas obras, hace falta que participen en la misma los obreros (hoy no utilizaríamos esta expresión y hablaríamos de los trabajadores), no basta que los obreros sueñen en grandes reformas, hace falta que los patrones concurran a las mismas, no basta que las autoridades se afanen y se desvivan, hace falta que se asocie a ellos el pueblo”.
Hay una oportunidad de aprovechar la crisis para avanzar sustancialmente en que nuestras empresas se acerquen hacia un modelo más humano, más social, más responsable, pero a la vez más eficiente y más competitivo, en el que las personas tienen más autonomía, más capacidad de decisión, más participación en la organización y en los sistemas de gestión. Y hay una oportunidad de aprovechar la colaboración público – privada, imprescindible en este momento por la la crisis del Covid 19, para exigir un avance en esa dirección. Desarrollando el modelo de empresa inclusivo – participativo aprobado en 2018 por unanimidad de todos los partidos políticos presentes en el Parlamento Vasco. Con otro componente adicional, el enfoque hacia la resiliencia, concretado en la búsqueda de colaboraciones entre empresas cercanas recortando las cadenas de suministros.
Desde entidades como la Fundación Arizmendiarrieta, creemos que avanzar por estos caminos de cooperación, dentro de la empresa, con otras empresas, y entre sector público y privado, son elementos claves en una estrategia de País, con el objetivo de que nuestro tejido productivo aproveche esta crisis para reforzarse en su eficiencia y en su resistencia a nuevas crisis. Crisis que vendrán, sin duda.
Aprovechemos el momento. Quizá empezando por exigir mejorar sustancialmente la trasparencia en los criterios de gestión, y la cantidad y calidad de la información recibida por trabajadores y trabajadoras, formalizando cauces de comunicación directa con dirección.
Jon Emaldi.
Profesor de Deusto Business School y socio de Laboral Kutxa.
Categorías: Favores recibidos y opiniones sobre Arizmendiarrieta, Noticias de la causa.
DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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