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En el 2024 recién terminado se han cumplido 180 años de la coincidencia en Inglaterra de varios hechos relevantes representativos de los tres sistemas económicos que iban a dominar el mundo económico desde entonces y de los que, con la perspectiva del tiempo, se pueden hacer algunas consideraciones, necesariamente esquemáticas, sobre la evolución de cada uno de ellos:
1.-Se aprobaron en el Parlamento inglés las leyes que regulaban el funcionamiento de las sociedades por acciones y la ley constituyente del Banco de Inglaterra, que fijaba el papel del Banco central en la economía y completaba las bases del sistema bancario y monetario. Se establecen, de esta manera, las bases jurídicas del llamado sistema capitalista o de libre mercado.
2.-Ese mismo año Marx y Engels publican sendos libros, describiendo las pésimas condiciones de la clase trabajadora británica y desarrollando los fundamentos filosóficos del posterior Manifiesto Comunista, editado 4 años más tarde.
3.-Después de numerosos intentos fallidos anteriores, 28 personas fundan en diciembre de ese mismo año en Rochdale, Inglaterra,la primera cooperativa que va sobrevivir, representando simbólicamente el nacimiento del cooperativismo moderno.
Mucho se ha escrito desde entonces sobre las desigualdades e injusticias creadas por el sistema capitalista, pero, de hecho, la implantación de dicho sistema coincide con el período en que una buena parte de la humanidad ha incrementado espectacularmente su renta y mejorado sus condiciones de vida. Según las estimaciones de Angus Madison, la renta media de los países del Occidente de Europa se dobló desde el año 1.000 al 1.800, pero luego se ha multiplicado por 20 en los dos siglos posteriores, debido a la eficacia en la aplicación de los descubrimientos científicos y técnicos, con el consiguiente aumento de la productividad y de la creación de riqueza.
Las sucesivas crisis del sistema, al que Marx predijo su muerte como consecuencia de sus contradicciones internas, se han ido resolviendo con distintas reformas, en parte motivadas por la acción reivindicativa de las clases trabajadoras, tanto a nivel de empresa como mediante la acción política, modificando leyes injustas que daban privilegios inadmisibles a grupos económicos minoritarios que les aseguraban pingues beneficios a expensas de altos precios a pagar por la ciudadanía en productos de consumo básicos.
El sufragio universal, sustituyendo al derecho de voto exclusivo de los poseedores de tierras, es apoyado por los grupos más preclaros de las clases dirigentes y abre la puerta a reformas sociales y económicas que, ya en el siglo XX, culminan en la denominada " economía social de mercado", que poco tiene que ver con las pésimas condiciones en que vivían las familias trabajadoras al inicio de la revolución industrial.
Sin embargo, en los primeros años de este sistema, el egoísmo desenfrenado de los propietarios de los nuevos medios de producción hizo pensar a Marx que la dramática situación de los trabajadores nunca se podría corregir dentro del nuevo sistema creado, dominado por unos pocos, y que sólo una fórmula revolucionaria podría modificar.
Ciertamente, el descontento social tenía razones sobradas: niños de 8 años trabajando 12 horas diarias (hasta el año 1833 no se aprueba la ley prohibiendo el empleo de niños menores de 9 años), jornadas laborales generalizadas de 15 horas para los jóvenes y de 12 a 15 horas paras las mujeres (hasta el año 1847 no se limita la jornada a 10 horas), que generaba, por otra parte, una alta mortalidad infantil debido a la falta de nutrición y de condiciones higiénicas adecuadas: en 1839 la mitad de los funerales en Londres fueron de niños menores de 10 años y la emigración suponía una de las pocas salidas individuales, lo que generó la marcha a USA de 11 millones de personas en los últimos 20 años del siglo XIX.
Sin embargo, la aplicación de las propuestas de Marx condujo a una situación económicamente ineficaz y produjo la muerte de millones de personas en la URSS, bien por errores económicos, bien por razones políticas. La búsqueda del bien común sustituyendo la propiedad privada de los medios de producción (y con ella cualquier iniciativa privada) por la propiedad estatal de los mismos; la sustitución del mercado por la planificación centralizada y de la democracia política por la dictadura de un "bienintencionado" partido único devino en un sistema cuyo fracaso se visibilizó en 1989 con la caída del Muro de Berlín.
La superioridad práctica de la llamada “economía de mercado” (a pesar de sus repetidas crisis) quedaba, así, incuestionable, lo que hace que cualquier otra alternativa se reduzca a países como Corea del Norte con regímenes ineficientes... y despiadados.
El cooperativismo, por su lado, no pretendió ofrecer una alternativa global a los dos sistemas citados, sino que se centró en buscar soluciones a los problemas de las personas y las familias, basándose en el valor de la cooperación y en otros valores característicos del humanismo. Además, tradujo los principios morales en que se inspiraba en ventajas para sus clientes y, por ello, se comprometió a no vender alimentos adulterados ni engañar en el peso, prácticas ambas bastante generalizadas entre los comerciantes de la época. Se adelantaban así 30 años a la ley inglesa que iba a regular el comercio de alimentos y apuntaba otra de las características de las coops.: influir con su actuación en los cambios de los hábitos sociales en las relaciones económicas.
La nueva fórmula surgida en Rochdale demostró su eficacia y surgieron en Inglaterra cientos de empresas similares, primero, y en otros sectores económicos, después, iniciando un fantástico crecimiento internacional que hace que hoy más de 720 millones de personas de todo el mundo tengan alguna relación con una cooperativa.
En el País Vasco, como es sabido, aunque muy lejos del sueño inicial de cooperativizar Euskadi, ha supuesto una referencia singular, con un diferente estilo de hacer empresa y una influencia en el medio empresarial circundante, ya que algunos valores del cooperativismo han sido progresivamente asumidos por empresas convencionales, (al igual que en otros países desarrollados), convencidas éstas de que el aumento de la competencia internacional requiere de la implicación de los trabajadores en el proyecto empresarial, siguiendo así la estela de Arizmendiarrieta.
Ciertamente, no será posible establecer en nuestro País un modelo económico distinto de la economía de mercado existente en todo el planeta, pero tal vez sí apuntar una adaptación original a esa realidad basada en valores cooperativos tales como el respeto a la igual dignidad de todas las personas, el desarrollo de sus potencialidades humanas y su participación en el proyecto empresarial como claves de su competitividad y, que , además, pueda llevar a una economía tan ética como eficaz, que se preocupa también por la Comunidad en que se inserta, aún sin olvidar la defensa de sus legítimos intereses particulares.
Desde otro punto de vista, están ya siendo imposibles de ocultar los límites de un sistema económico que sacraliza el egoísmo individual como motor del desarrollo, por mor de la repetición de hechos atmosféricos que anuncian la imposibilidad de supervivencia del planeta de no mediar decisiones muy probablemente impopulares y contrarias a los intereses a corto plazo de distintos grupos sociales, especialmente de los países desarrollados. No cabe duda de que en estos 180 años el llamado sistema capitalista ha ido incorporando valores correctores que han posibilitado su larga vida, pero tampoco es dudoso que será necesario incorporar nuevos valores propios del cooperativismo para que todos seamos capaces de asumir cambios en nuestro modo de vida que supongan un beneficio para el Bien Común universal, aunque sea en detrimento de nuestro bienestar individual.
De forma que se vaya avanzando en el lema de Arizmendiarrieta de Transformar la empresa para transformar la sociedad.
Juan Manuel Sinde
Presidente de Arizmendiarrieta Kristau Fundazioa
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DON JOSE Mº ARIZMENDIARRIETA
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